Durante las pasadas fiestas navideñas, después de una de las muchas comidas que hice y después de los postres, los amigos que nos habíamos reunido acabamos hablando de política. No de nada en concreto, pero de todo un poco.
Un muy buen amigo mío, apuntó que lo peor para la democracia son las mayorías absolutas. Y no está falto de razón. Es de la opinión de que con mayorías absolutas se rehuye el diálogo, se impone el sí porque sí o el no porque no. No hay debate, sino una farsa.
Sostiene que muchos de los problemas actuales se derivan de la falta de diálogo, de la no necesidad de llegar a acuerdos porque puede hacer y deshacer lo que me da la gana porque la mayoría controlada por mí me da ese poder.
No hace mucho, en la anterior etapa de gobierno, el PSOE gobernaba en minoría por lo que tenía la necesidad imperiosa de encontrar aliados políticos para sacar adelante sus proyectos. Tan solo el ruido, muy molesto por otra parte, de la derecha rancia de este país alteraba la tranquilidad política.
Visto así, no está muy desencaminado.
Por otra parte, mayoría absolutas bien entendidas no deberían de provocar mayores quebraderos de cabeza. Y cuando digo bien entendidas me refiero a voluntad de encontrar consenso, de encontrar un entendimiento para aplicar leyes de gran calado. Es muy fácil imponer mi mayoría y aprobar leyes que van en contra de una gran mayoría. Las actuales leyes de educación y, esperemos que no pero me temo que será que sí, la futura ley del aborto no han sido redactadas desde el consenso sino desde la imposición. Y esto lleva a radicalizar posturas y a alejarse cada vez más todos de todos. Es indudable que en caso de no llegar a ningún acuerdo prevalecería mi mayoría, pero con estas leyes no se ha llegado a esa situación. Se ha partido de una postura de inmovilismo por parte del gobierno y todo lo que no fuera ir en su línea no se llegaba ni tan siquiera a debatir.
Todo esto ha llevado a una gran fractura social. Los ciudadanos, que somos los que sufrimos las leyes, creemos cada vez menos en esta clase política y no por falta de ganas, sino porque tenemos, al menos yo, de que no se nos escucha. De que tan solo se nos busca 2 semanas antes de unas elecciones. Se nos intenta convencer de que su propuesta política es la mejor y no razonando sus ideas o sus propuestas, sino descalificando al rival.
Si el partido en el gobierno o los partidos en la oposición lo han hecho muy mal, ya tenemos 4 años para juzgarlos. Que sean sus actos los que me hagan tomar una decisión. Pero en vez de eso, nos bombardean con todo lo malo que se les ocurre de sus rivales y se olvidan de defender sus propuestas. Será porque no tienen propuestas. Será porque una vez han llegado al sillón presidencial se olvidan de lo prometido y solo les interesa hacer lo que les de la gana.
Me he ido desviando poco a poco del tema inicial.
Mil perdones.